¿Sabías que… Caesar Augusto fue el primer emperador?
(tercera parte)
Segundo triunvirato
Marco Antonio
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Después de esto,
Antonio y Octavio se repartieron los territorios, Lépido contaba poco; el
primero partió para Oriente y el segundo se quedó encargado de gobernar Italia.
Antonio
pretendía realizar el sueño de Julio César que era la conquista de Asia,
siguiendo los pasos de Alejandro Magno. En Tarso recibió a Cleopatra que se
presentó con toda la pompa de reina y Antonio la siguió a Alejandría.
Al terminar el
pacto del triunvirato (año 33 a.C.) el poder regresaba a los magistrados
ordinarios y así fueron nombrados dos cónsules. Octavio se dio cuenta de que
eran partidarios de Marco Antonio y que podían perjudicarle y respondió con un
nuevo golpe de Estado presentándose en el Senado con una escolta armada, los
cónsules, entonces, huyeron de Roma acompañados por trescientos senadores y se
fueron a buscar a Marco Antonio, que se encontraba con Cleopatra.
Cayo Octavio había
permanecido en Roma y tuvo una idea eficaz, pero totalmente ilegal: leyó
públicamente el testamento de Marco Antonio, que estaba depositado en el templo
de las vestales. El testamento reveló las intenciones de Antonio y se corrió la
voz de que pensaba instalar a Cleopatra en el Capitolio y que todos los romanos
se convertirían en sus esclavos.
A finales del
año 32 a. C. fue declarada la guerra contra Cleopatra y los nobles romanos que
acompañaban a Antonio se pasaron a Octavio. La batalla decisiva tuvo lugar en
Accio, en Epiro. En medio de la batalla Cleopatra mandó a su barco volver a
Egipto y Marco Antonio, que vio cómo huía, la siguió; apenas hubo lucha.
Antonio se
suicidó primero, en Alejandría, y después Cleopatra hizo lo mismo para evitar
que Octavio la expusiera en Roma como un trofeo. Con la victoria sobre la reina
de Egipto, Octavio había ganado también la guerra civil por la posesión del
poder unipersonal. Ya no tenía ningún enemigo que pudiera continuar la lucha.
La guerra contra Marco Antonio y Cleopatra la había presentado como un acto de
defensa de la Republica romana
frente a las aspiraciones de dominio de una reina extranjera. Los poetas
situaron al vencedor como dominador del mundo, hijo de un dios (habían subido a
Julio César a la categoría divina).
Los botines, las
expropiaciones y las multas de Egipto pusieron en manos de Octavio potentes
sumas
Cleopatra
|
de dinero, que le dieron posibilidad de atender a los soldados
desmovilizados de su ejército sin perjudicar los derechos de propiedad
existentes en Italia y las provincias, de repartir dinero a los veteranos y a
la plebe de la ciudad, así como financiar un magno programa urbanístico en Roma
e Italia.
En el año 27
a.C. le fue concedido el título de Augusto,
devolvió al Senado la gestión de todas las provincias pacíficas y él se quedó
España, Galia y Siria que por no estar totalmente pacificadas mantenían las
legiones. Se suponía que la vieja república estaba restaurada (aunque no fuera
más que una farsa). Después se fue a España hasta el año 24 a.C. de donde
regresó enfermo hasta el punto de temer por su vida. Ese mismo año renunció al
consulado, pero se quedó con la potestad tribunicia que, además de hacerle
inviolable, le daba derecho al veto sobre los actos de todos los magistrados.
Por otra parte, se le concedió el imperium proconsular (poder total) en
todo el imperio, incluso en Roma y ahora podía tener tropas en la capital. Eso
no se había visto nunca.
Cayo Octavio,
ahora Augusto, trajo la paz exterior e interior, trajo dinero, trabajo, pan y
juegos. Restauró la religión, realizó un censo de todos los
ciudadanos romanos adultos con bienes o sin ellos.
Para la minoría
de los que pensaban políticamente, igual que para los historiadores antiguos
posteriores, estaba claro que la Restaurada República del año 27 a.C. era, en
lo referente a las relaciones de poder reales, una fachada tras la que se
ocultaba una nueva forma de monarquía.
Augusto comenzó
a buscar un heredero que continuara su labor, pero no tenía más que una hija de
su primer matrimonio; sin embargo su hermana había tenido tres hijos con
Claudio Marcelo. Casó a su sobrino Marcelo con su hija Julia, pero Marcelo
murió. Entonces obligó a su ayudante y mejor amigo Agripa a divorciarse de su
mujer y lo casó con su hija. De este matrimonio nacieron dos hijos Gayo y Lucio
César. Después de la muerte de Agripa, en el año 12 a.C., la volvió a casar con
Tiberio, su hijastro. Todos sus herederos fueron muriendo uno detrás de otro
hasta que tuvo que adoptar a Tiberio (hijo de su mujer, Livia).
Parece ser que
Augusto quería tener un heredero de su propia sangre y por eso obligó a Tiberio
a adoptar a Germánico, nieto de Octavia, su hermana. Por último, asoció
enteramente a Tiberio al poder cuando se sintió a las puertas de la muerte.
Dice Suetonio (1)
que poco antes de morir Augusto “pidió un espejo, se hizo arreglar el
cabello y afirmar las mejillas que le colgaban, y recibió a sus amigos, a
quienes preguntó si les parecía que había representado bien la farsa de la
vida, añadiendo incluso el final consabido (en las representaciones teatrales):
Si la comedia ha
gustado, concededle vuestro aplauso y,
Todos a una,
despedidnos con alegría”
Augusto murió en
Nola “el decimocuarto día antes de las calendas de septiembre, a la hora
nona, faltándole treinta y cinco días para cumplir los setenta y seis años”,
es decir, el 19 de agosto del año 14 d.C. a las dos y media de la tarde. La
casualidad quiso que muriera en la misma casa y en la misma habitación en la
que había muerto de repente su padre cuando él tenía cuatro años.
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