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El príncipe Baltasar Carlos

¿Sabías que… el corazón del príncipe Baltasar Carlos está en La Seo de Zaragoza?


 Vista de Zaragoza, 1647  (Juan B. Martínez del Mazo)





Príncipe Baltasar Carlos.
Martínez del Mazo (Museo del Prado)

La primera vez que el príncipe Baltasar Carlos, hijo y heredero de Felipe IV, visitó Zaragoza fue acompañando a su padre, quién acudió a la ciudad con motivo de la celebración de las Cortes iniciadas en el mes de septiembre de 1645. Eran años difíciles de revueltas y luchas y el monarca trajo consigo a su hijo a nuestra ciudad para ser jurado como heredero y jurar a su vez, como tal, los fueros y privilegios del reino, acto que se llevó a cabo en la catedral de La Seo el 20 de agosto de ese año.

Al año siguiente, en la primavera de 1646, Felipe IV se trasladó junto a su hijo a Pamplona, donde, después de reconocerse los fueros del reino navarro, fue jurado heredero de la Corona. Antes de regresar a Madrid, Felipe IV volvió a Zaragoza, acompañado de su hijo, para cerrar las Cortes allí iniciadas en el año anterior. Entre el numeroso séquito real se incluía al pintor del rey Diego Velázquez, que ya había acompañado al rey el año anterior, pero que en esta ocasión trajo consigo a su discípulo, ayudante y yerno, el pintor Juan Bautista Martínez del Mazo, pues éste estaba muy vinculado al príncipe del que era su profesor de dibujo.


Finalizada su estancia en Pamplona, la comitiva se trasladó de nuevo a Zaragoza, donde residieron unos meses, durante los cuales Martínez del Mazo, pintó el último retrato conocido de Baltasar Carlos (Museo del Prado).

En su primera visita a Zaragoza, el joven príncipe debió de quedar muy impresionado por la magnífica vista que ofrecía la ciudad desde la margen izquierda del río, por el importante caudal de éste y por la fuerza ocasional de sus aguas, que tres años antes, en 1643, habían partido en dos el Puente de Piedra y arrancaron de cuajo el Puente de Tablas.

Terminado el retrato, en septiembre de 1646, el propio príncipe le encargó, que pintara al óleo la Vista de la ciudad de Zaragoza desde la margen izquierda del río, para lo cual Martínez del Mazo se instaló en la galería superior del convento de San Lázaro, a orillas del Ebro, por proporcionarle una altura adecuada y desde donde podía captar la mayoría de sus edificios principales.

La pintura al óleo se planteó de gran tamaño: nueve palmos de alto y más de quatro varas castellanas de ancho, es decir casi dos metro de alto por unos tres y medio de largo, lo que permitía al  pintor plasmar con todo detalle lo que se veía desde ese lado del río.

Poco tiempo después, a comienzos de octubre, concretamente el día 5, el príncipe se sintió mal, la causa fue la viruela y la enfermedad fue tan fulminante que el heredero Baltasar Carlos murió pocos días después, al anochecer del 9 de octubre, cuando tan sólo le faltaban ocho día para cumplir diecisiete años. Con su muerte se fueron las esperanzas puestas en él y la Monarquía se quedó sin heredero varón, creándose una crisis dinástica.

El rey profundamente desolado y hundido en el dolor y la desesperación, se retiró al monasterio de Santa Engracia, donde residió hasta su regreso a Madrid.

El cadáver del príncipe fue embalsamado para poder trasladarlo al Escorial, donde fue enterrado, pero su corazón se quedó en Zaragoza: en el muro del lado del Evangelio del presbiterio de La Seo, existe una lápida que nos recuerda que fue enterrado en ese lugar.

Con todos estos tristes acontecimientos, el desarrollo pictórico de la Vista de Zaragoza se vio lógicamente interrumpido, pero finalmente el rey decidió que el pintor continuase la
obra. Martínez del Mazo, gran paisajista, puso en ella todo su interés pictórico logrando una de las mejores obras de paisajes urbanos realizados en el barroco. Pero es también una obra polémica pues los especialistas no se ponen de acuerdo sobre la intervención o no de su suegro, Velázquez, en el cuadro.  

Sea como fuere, en él se recogen con gran detalle los edificios de la ciudad: la Lonja, La Seo con su torre-alminar, el Pilar mudéjar, el maltrecho Puente de Piedra, el nuevo Puente de Tablas, la Diputación del Reino, la Puerta del Ángel, la Torre Nueva… muchos de ellos hoy ya no existen, pero en esta pintura ha quedado plasmada su estampa.

También refleja momentos de la vida cotidiana ciudadana y elementos de la cortesana de la época, expresados a través de la multitud de personajes que aparecen en ambas orillas del río.

En el centro del cuadro, ubicada sobre la margen derecha y en dirección al oeste, el pintor plasmó la comitiva real abandonando la ciudad con el cadáver del príncipe, aunque también en esto hay polémica, pues algunos han querido ver en ello la entrada de Felipe IV en Zaragoza por la Puerta del Ángel.

La obra fue terminada en Madrid en 1647 y constituye un importantísimo documento gráfico para conocer el aspecto de nuestra ciudad en el Siglo de Oro;  se encuentra en Museo del Prado y a pesar de su notable tamaño suele pasar desapercibida para la gran mayoría de visitantes al haber sido realizada por un pintor poco conocido, considerado de segunda o tercera fila. Por eso, desde aquí animamos a cuantos zaragozanos y aragoneses acudan a visitar el Prado a que dediquen a esta gran obra unos minutos de atención, pues a través de su contemplación podrán trasladarse a la Zaragoza de hace casi cuatrocientos años.

Rosa Germán


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