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Ramón J. Sender en Zaragoza

¿Sabías que… Ramón J. Sender visitó Zaragoza en 1974? 



En 1974 llegó a Zaragoza la noticia de que Ramón J. Sender iba a dar una conferencia en el Ateneo del Centro Mercantil. Se supo que, después de treinta y cinco años, un aragonés ilustre volvía del exilio y los zaragozanos se prepararon para recibirle. Sender era un símbolo en aquel momento para los aragoneses: además de haber nacido en la provincia de Huesca y de ser un escritor reconocido mundialmente, había tenido una larga trayectoria de participación en las izquierdas durante su juventud y había sufrido en sus propias carnes “los desastres de la guerra civil”. 

Por fin se comenzaban a ver cambios tanto políticos como sociales, y la gente estaba a la vez impaciente y esperanzada, aunque no todos. El hecho de que los exiliados pudieran volver a su país y ser reconocidos públicamente creaba la ilusión de que todo iba a cambiar.






Sin embargo, la conferencia no resultó como se esperaba. Ante unas autoridades que se deshicieron en alabanzas, Sender ofreció una charla aséptica que dejó al público con las ganas de ver a un escritor comprometido con sus ideas y todo el mundo se fue a su casa decepcionado.

Analizar qué ocurrió aquella tarde nos llevaría muchas páginas porque supondría estudiar la historia de España en la primera mitad del siglo XX o quizá remontarnos todavía más lejos, a la desafortunada historia del siglo XIX. Podría decirse que Sender fue un hijo directo de aquella Historia de España, la cual malgastó su tiempo en aniquilarse a sí misma, mientras el país nadaba en la miseria y el analfabetismo. Todas sus novelas reflejan esa circunstancia y sabemos que es cierto porque, en el fondo, todas son autobiográficas. Empezando por su primera novela Imán, aparecida en 1930, sobre la guerra de Marruecos en la que no estuvo, pero que conoció directamente al hacer su servicio militar dos años después del desastre de Annual en los mismos escenarios, hasta Nocturno de los 14 en el que aparecen personajes suicidas que él conoció.

Leer a Sender es vivir la historia de aquella época a través de sus personajes, una historia real, cruda, sin adornos, en la cual el lector se ve sumergido en la dureza de sus gentes y sus paisajes. Ya dice la jota popular: “qué sería un baturrico sin la cabecica atada, si, aun teniendola atadica, dice las cosas tan claras” y Sender, como buen baturro, dejó las cosas bastante claras. Naturalmente, esto no agradó en unas ocasiones a la burguesía y en otras a otros partidos políticos. Algunas contradicciones que se aprecian en la vida de Sender pueden obedecer a estas circunstancias, pues se sabe que llegó a temer por su vida.

Aquella tarde en la que los zaragozanos abarrotamos la sala del Ateneo, desde los más veteranos hasta los muy jóvenes esperábamos ver a una figura representativa de la Literatura y de la lucha por las ideas propias, pero el público se encontró con un hombre algo cansado, algo escéptico que quizá pretendía más reencontrarse consigo mismo que con la nueva circunstancia del país que estaba por llegar. Había pagado ya en otras ocasiones el no doblegarse, como le ocurrió en 1930 al ser despedido de El Sol debido a que no gustó al “stablishment”, según dijo, la publicación de su novela Imán y le pasaría más veces como, por ejemplo, cuando no le otorgaron el Premio Nobel en 1981 después de pedirlo el Spanish Institute de New York al que se sumaron numerosos intelectuales, según se dice, por enfrentamientos personales con un literato español.

A pesar de todos los premios concedidos a lo largo de su vida y sobre todo al final de ella, (reconocimientos: el nombre de una calle, Medalla de oro de la ciudad; estudios de su obra, tesis doctorales, un Centro de Estudios Senderianos, etc.) Ramón J. Sender pasa desapercibido para la mayor parte de los aragoneses. Es una pena que todavía en el siglo XXI sea un aragonés “cuasi” ignorado.


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(1) Ramón J. Sender vivió en Zaragoza con su familia desde 1914 hasta 1918. Sus padres se situaron en primer lugar en la calle D. Juan de Aragón, nº 15, casa que era propiedad del Marqués de Montemuzo, D. Luis de la Torre Ximénez de Embún. Después se trasladaron a la calle Coso, nº 3, junto a la Audiencia. En Zaragoza estudió y trabajó como mancebo de botica, primero como aprendiz en la farmacia Rived y Chóliz, situada en la calle D. Jaime esquina con Estébanes. Después trabajó en la farmacia de Salvador de Villaumbrosia, en la calle de San Pablo.



Para saber más:

J. Vived Mairal: Ramón J. Sender. Biografía.

Conferencia ciclo Ramón J. Sender, Años decisivos en la vida de Ramón J. Sender (YouTube)



                                                                      María José Germán




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