¿Sabías que… Mussolini regaló a Zaragoza una estatua de Augusto?
En 1940 Benito
Mussolini regaló una copia de la escultura del emperador Caesar Augusto llamada
“Augusto de Prima Porta”, actualmente localizada en el Braccio Nuovo de
los Museos Vaticanos.
Esta escultura
fue hallada en 1863 en el solar que formó parte de la villa de Livia, junto a
la vía Flaminia, a la afueras de Roma. Parece ser que la esposa de Augusto, ya
viuda, había mandado colocar en su domus una
copia en mármol de alguna anterior realizada en bronce, que podría haber estado
situada en el Mausoleo de su difunto esposo o en algún otro lugar oficial. Para
sorpresa de muchos de los presentes la estatua conservaba restos de pintura
(ver foto), de lo
que se deduce que estuvo policromada como muchas esculturas de la época
clásica.
Mussolini, preocupado
por el avance de las ideas comunistas, creyó encontrar una solución restaurando
valores de la época imperial romana que le permitieran reunir bajo la misma
cultura clásica a varios países mediterráneos. Esta idea, que ya había
aparecido en la década de los años veinte, se reforzó durante la Segunda Guerra
Mundial y la presentó en sus encuentros con Franco y el mariscal Pétain.
Así pues,
considerándose él “heredero del emperador romano” mandó realizar varias copias
de la estatua de Prima Porta y las regaló a las ciudades fundadas por Caesar
Augusto.
La que podemos
contemplar los zaragozanos se realizó en los talleres de Sestri-Ponente y llegó en 1940 a la ciudad desde
el puerto de Génova (Italia) en medio de grandes celebraciones: la “Semana
augustea” (ver foto ).
Su primera localización
estuvo en la plaza de Paraiso (ver foto) donde permaneció hasta 1950. En esa
fecha fue trasladada al Ayuntamiento y después a las murallas romanas. Posteriormente volvió a la plaza de Paraiso y hacia 1990 se colocó
donde se encuentra actualmente delante de las murallas, aunque esa ubicación
también ha sufrido constantes remodelaciones como puede verse en distintas
fotografías en las que aparece Augusto con unos arcos a su espalda, sin ellos o
con un estanque delante o sin estanque.
¿Pero por qué Musolini regaló esa
escultura en concreto y no otra? ¿Qué representaba en 1940, o mejor aún qué
representaba en la época de Augusto? Hoy día, cuando vemos un anuncio
publicitario, no es necesario que nadie nos cuente la simbología de lo que
representa porque todos lo entendemos. En la antigüedad pasaba exactamente lo
mismo, pero aunque seguimos usando los mismos esquemas (ahí tenemos a
Mussolini) los símbolos cambian con las épocas. Hemos olvidado quién fue Caesar
Augusto y qué es lo que hizo, sin embargo todavía está presente; repasemos un
poco la historia y lo comprenderemos.
Gayo
Julio César Octavio (ver biografía)
Cuando Julio César fue
asesinado en los idus de marzo (el día 15) del año 44 a.C., Cayo Octavio tenía
solamente dieciocho años. Nadie esperaba que una persona tan joven y con una
salud quebradiza llegara tan alto, ni que muriera tan anciano.
Octavio era sobrino nieto
del dictador y tal vez su preferido, pues en su testamento, redactado unos
pocos meses antes de su muerte figuraba como heredero de tres cuartas partes de
las posesiones de César. Cayo Octavio pasaba, entonces, a ser su heredero
principal e hijo adoptivo.
Ante esta situación tuvo
que enfrentarse a numerosos problemas. Octavio estaba obligado, al ser su hijo,
a reclamar y llevar a cabo una venganza, pero Marco Antonio, cónsul, había
llegado a un acuerdo con los asesinos y les había prometido una amnistía y,
además, se había llevado el dinero de César. Marco Antonio, después, puso todas
las trabas posibles para que los planes de Octavio no llegaran a buen puerto y
el enfrentamiento entre los dos hizo que Cayo buscara apoyo en los soldados y
veteranos de su “padre”, a los que fue “comprando” con el apoyo de Cicerón y
los grandes financieros hasta crear un ejército leal a su persona.
Marco Antonio y Octavio
luchaban cada uno por su propio poder, mientras que el Senado apoyaba a los
asesinos de César para mantener el suyo propio. Ante las nuevas dificultades
que fueron surgiendo, una de las cuales era que por ser muy joven no le dejaban
obtener los cargos que quería como el de cónsul, terminó aliándose con sus
enemigos y formó el segundo triunvirato con Marco Antonio y Lépido. Esto
originó un periodo de terror durante el cual se llevaron a cabo ejecuciones
seguidas de la incautación de las propiedades que se destinaron a financiar el
armamento y los soldados. En Roma cundió el pánico. Antonio y Octavio se
repartieron el territorio en el que dominar. Octavio se quedó con occidente y
Antonio oriente. Lépido contaba en realidad muy poco.
Una vez que acabaron con
los asesinos de César en la batalla de Filipos, Macedonia (año 42 a. C.) los
dos vencedores llegaron a un acuerdo para distribuirse el poder ignorando a
Lépido. Antonio se quedó con la mejor parte del territorio y Octavio tuvo que
enfrentarse en Italia a la confiscación de propiedades para repartir tierras a
los veteranos de la guerra. Pero Marco Antonio cometió un gran error: en
oriente vivía con los mismos lujos que un monarca helenístico y, además, cayó
en los brazos de Cleopatra con la que tuvo varios hijos. Octavio supo
aprovechar la situación haciendo ver al pueblo de Roma que una extranjera quería
dominarles y la guerra tomó un nuevo significado. Ya no se trataba de una
guerra civil, sino de luchar contra un enemigo común. La guerra se llevó a cabo
en una atmósfera de entusiasmo patriótico.
Con la victoria sobre la
reina de Egipto, Octavio había ganado también la guerra por el poder
unipersonal. Ya no tenía ningún enemigo que pudiera continuar la lucha. Los
poetas situaron al vencedor como dominador del mundo, hijo de un dios (César). En
Roma se decretaron, tras la victoria de Actium, celebraciones de tal
envergadura que quedaba claro que él era el primer hombre en el Estado.
Octavio fue, entonces, el
hombre más rico de Roma gracias a Egipto y pudo tanto desmovilizar su ejército
sin perjudicar a las familias de Italia, como repartir dinero a la plebe de la
ciudad y financiar un gran programa urbanístico. Este programa engrandeció la
ciudad con bellos monumentos y dio trabajo a mucha gente.
La paz y la vuelta a la
normalidad después de tantos años de guerras y atrocidades eran la manera en
que Octavio se presentaba ante el pueblo, que lo nombró Augusto en el año 27
a.C. Para la mentalidad de la época el haber vencido a todos los anteriores
vencedores le hacía único y dotado de una fuerza superior divina, que Caesar
Augusto supo explotar (estaba claro que era una fachada tras la que se ocultaba
una nueva forma de monarquía), aunque tuvo mucho cuidado en dar apariencia a
sus decisiones de que siempre actuaba en beneficio de la Res Publica.
El nuevo Augusto había
contado con dos personas excepcionales: Marco Agripa como general y el famoso
Mecenas como consejero, pero todavía tenía que demostrar que era el prínceps para lo cual sometió totalmente
la Galia e Hispania y mandó a su hijastro Tiberio a recuperar los estandartes
tomados a Craso en la derrota de Carras.
El gran éxito conseguido
frente a Astures y Cántabros en Hispania (después de diez años de luchas) y las
rebeliones sofocadas en la Galia dieron paso a un imperio pacificado en
occidente. La recuperación de los estandartes de las legiones de Craso y el
poner reyes satélites en oriente dio satisfacción a la honra romana y Augusto
aprovechó el hecho para una campaña de propaganda a lo grande en todos los
medios con que se contaba en la época.
La escultura de Prima Porta responde a este momento en que Augusto se
muestra como el divino pacificador del mundo. Analicemos su simbología:
La obra es un retrato idealizado de Augusto vestido como jefe supremo del
ejército, pero que muestra los pies descalzos como símbolo de su divinidad. La
fecha de realización sería hacia el año 20 d. C., es decir, unos seis años
después de su muerte ocurrida el 19 de agosto del año 14 d.C.
La escultura parece estar inspirada en el Doríforo de Polícleto (s. V a.C)
y en otra escultura de la época republicana llamada “el orador”. A sus pies
aparece cupido montado sobre un delfín, símbolo de su descendencia de Venus.
La coraza de
Augusto está divida en tres espacios:
·
El cielo
y sus dioses: en el centro URANO, es la personificación del Cielo
fecundo, que extiende su manto cubriendo la
Tierra. A su lado HELIO, el Sol con el carro para atravesar los cielos, y
AURORA, que con dedos rosados abre la puerta del cielo al carro del sol. Detrás
de ella está la noche y lleva la copa de rocío. Todos estos dioses forman parte
de una mitología antiquísima, relacionada con los Titanes.
·
La Tierra
y sus héroes: en la parte de abajo TELLUS, personificación de la
Tierra nutricia, lleva la copa de la abundancia y con ella se encuentran dos
niños que pueden representar a los fundadores de Roma Rómulo y Remo.
·
El mundo
de los hombres y sus dioses: esta es la parte más interesante. En los costados vemos
la personificación de las dos provincias recientemente pacificadas: Hispania y
la Galia. Abajo los dioses: Apolo, su dios protector, símbolo quizá de su
victoria en Accio, montado sobre un grifo (animal mitológico encargado de
vigilar los tesoros) y su hermana la diosa Diana con una cierva (diosa de los espacios silvestres, de la caza
y de los alumbramientos), quizá en representación de la Diana del Aventino,
como símbolo de la unión de los pueblos.
Pero el espacio
central está ocupado por la escena que se quería destacar sobre las demás: la devolución
de los estandartes quitados a las legiones de Craso en la batalla de Carrae,
que desde entonces habían decorado el palacio real del rey parto, Orodes II.
La expedición de Craso acabó con una
derrota espectacular con 20.000 muertos
y 10.000 prisioneros, de los cuales no se supo nunca nada. Hay teorías que
afirman que, al menos algunos, acabaron en China (sobre estos prisioneros
desaparecidos Santiago Posteguillo escribió recientemente su novela: La legión perdida).
En el espacio central está
representado Tiberio, el hijastro de Augusto que era ya el emperador en la
fecha de realización de la escultura, recogiendo los estandartes a manos de un
parto.
Toda la simbología de los dioses
antiguos relacionados con los Titanes evoca una nueva época para Roma, un
renacer de sus propias cenizas a través de las conquistas y las victorias de un
solo hombre, Augusto.
Como si se tratara de un anuncio de
televisión, los mensajes para el pueblo estaban muy claros. Ahora se puede
entender por qué Mussolini regaló la estatua a las distintas ciudades y, quizá
también por qué los demás pasaron por alto su propuesta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario y te responderemos en el menor tiempo posible. Muchas gracias.