EL TEATRO COMO LA VIDA MISMA
El
teatro siempre ha tenido algo de magia y de misterio para el ser humano, está
en la misma esencia del Hombre y tal vez comenzó en la más lejana prehistoria
cuando los danzantes de la tribu, cubiertos con máscaras, interpretaban
movimientos de animales y se entonaban cánticos a su alrededor.
La máscara aparece en muchas culturas
y en muchos ritos, separados en el tiempo por cientos o miles de años: en las
pinturas de los abrigos prehistóricos, en los chamanes, en la cultura Vinča, en
Grecia y Roma, en las tribus actuales africanas e incluso en nuestros modernos
carnavales.
Da la impresión de que el
"teatro" es una necesidad humana, pues se ha inventado y reinventado
de la misma forma muchas veces.
En el
Arte Poética (v. 276-80) de Horacio (poeta latino del s. I a. C)
encontramos que el primero en representar de una forma teatral la tragedia fue
el dramaturgo griego del siglo VI a.C. llamado Thespis, considerado uno de los
padres del teatro y el primer actor de la Historia. Thespis montó una
plataforma ambulante en un carro, utilizando una parte cubierta en el mismo
para que hiciera las veces de vestuario, colocó a su alrededor un coro y
enmascaró a sus personajes. Es decir, creó un teatro ambulante que recorría las
poblaciones como los cómicos de épocas más recientes.
En Roma, posteriormente, se siguieron los mismos
pasos: se colocaba un tablado pegado a una pared y, por medio de cortinajes
pintados, el espectador, que asistía de pie a la representación, ayudado por el
presentador de la escena, se imaginaba el resto.
¿Quién no ha visto este tipo de
representación alguna vez o lo ha escenificado él mismo en su casa cuando era
pequeño?
Pues
bien, estos son los comienzos del teatro tanto en Grecia como en Roma; no
obstante, la cultura, el lugar y la época marcaron claras diferencias entre uno
y otro, de manera que cada uno tiene unas características fundamentales.
En Atenas el teatro tiene un carácter propio de celebración religiosa, ocasional y solemne que se relaciona íntimamente con el culto a Dionisos. Aquí tuvo su esplendor en el s. V a. C, pero su influencia se extendió a otras regiones de Grecia, que, imitando al de Atenas, crearon sus espectáculos dramáticos, aunque dirigidos a sus propios dioses. Así, en el siglo IV a. C aparecieron representaciones en Macedonia y Tesalia, en Delfos (Pitias), Tespia (Museas), Acrefia (Zeus), etc.
Ya
durante la época helenística el espectáculo se complicó, siendo, además de
fiesta religiosa, un acontecimiento político para bodas reales, celebración de
victorias y otros asuntos con un ritual reducido al mínimo.
Esta idea fue la que llegó a la cultura romana, a la que por otra parte nunca le gustó el culto a Dionisos, y comenzó a cambiar sus propias producciones primitivas e indígenas por representaciones teatrales regulares que no eran, en un principio, más que obras griegas traducidas al latín. Así consta como fecha fundamental el año 240 a. C. en que Livio Andrónico presentó en la escena una tragedia y una comedia griegas traducidas.
En Roma el teatro se deshizo de su carácter sagrado y se convirtió en una representación profana organizada por los ediles, generalmente. Tan sólo tenemos que leer alguna de las obras de Plauto (255-185 a. C) para darnos cuenta del contenido de crítica social.
Sin
embargo, si el hecho de representar obras profanas estuvo más acorde con la
mentalidad romana, también fue considerado por las clases superiores como
indecente y causa limitadora de la capacidad jurídica, como todos los oficios
humildes y degradantes, de manera que los actores y autores eran normalmente
esclavos o libertos, ya que por ley no podían votar, ni ser elegidos
magistrados.
En Roma, a diferencia de Grecia, los actores eran profesionales, pertenecían a
una compañía estable (greges) a cuyo frente estaba un administrador. Cuando un
magistrado o un particular quería organizar unos juegos decidía el autor y la
compañía, entregando el dinero para su pago y si la obra no tenía éxito, el
dinero debía ser devuelto.
A
partir del s. II d. C. el teatro comenzó a decaer en favor de otros
espectáculos. "Los cómicos" siempre han tenido fama de libertinos y
de satirizar la sociedad del momento, por esta causa en los comienzos de la
Edad Media, después de la caída del Imperio romano, el teatro prácticamente
desapareció como tal.
Pero algo en el ser humano incita a la representación, porque al cabo de los siglos vuelve a resurgir, una vez más, vinculado a la cultura religiosa. Se comienza por representar escenas de la Biblia en las iglesias, poco a poco los diálogos se van haciendo más largos y más espectaculares y se termina por crear un teatro religioso, que fue el teatro medieval propiamente dicho.
Después,
siguiendo su propia evolución, el teatro se va haciendo más popular, otra vez,
y comienza a salir de las iglesias para alcanzar las plazas y las calles. Así,
ya en el siglo XIV-XV tenemos un teatro profano representado por profesionales
de la escena.
Si
bien los comienzos del teatro romano fueron obras griegas traducidas al latín,
en esta época, Renacimiento, nos encontramos obras escritas en latín sobre
modelos clásicos, que posteriormente se fueron escribiendo en lengua vernácula
(la que hablaba la gente). El teatro renacía tratando de imitar, no sólo las
obras griegas, sino también la arquitectura romana. El ejemplo más claro lo
tenemos en el Teatro Olímpico de Vicenza (norte de Italia, 1580), construido por Andrea
Palladio, quien se inspiró en los teatros romanos descritos por Vitruvio y cuya
primera representación fue Edipo Rey, de Sófocles.
El
Teatro Olímpico de Vicenza
No
contentos con esto, en esta misma época en Florencia, un grupo de poetas y
compositores se propone revivir la Tragedia Griega y crea la representación de
la primera ópera titulada Dafne (J. Corsi, O. Rinuccini y J. Peri) sobre
la transformación de la ninfa en laurel (Dafne,
representación en youtube). Pero, aunque la ópera se hizo muy popular, el
teatro siguió teniendo una evolución muy parecida a sus orígenes y el público
en general prefería la comedia al estilo de Plauto, esta vez desarrollada por
Molière, donde los mismos personajes estereotipados hacían reír.
Desde
entonces a nuestros días, el teatro ha pasado por numerosas etapas:
ilustración, romanticismo, realismo, naturalismo, vanguardias, etc., pero, como
si el teatro fuera una escenificación de la vida misma, nace, crece, se
desarrolla y decae para volver a nacer de la misma forma que en un
principio.
María
José Germán
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