¿Sabías que... en el fondo del río Ebro se encontraron unos tubos de plomo misteriosos?
No era la primera vez que se veían unos tubos en el lecho del río Ebro
junto al Puente de Piedra. Al llegar el verano, debido a la falta de agua,
aparecían al pie de la arcada de en medio unas gruesas tuberías de plomo; pero
fue en agosto de 1804, tan sólo unos pocos años antes del primer sitio de
Zaragoza, cuando al hacer unas reparaciones en el puente se encontraron con ellos.
Afortunadamente, en esos años, vivía en Zaragoza Don Juan Antonio Fernández
(nacido en Tudela en 1752) que, por requerimiento de la Orden de San Juan de
Jerusalén, trabajaba ordenando sus archivos situados en San Juan de los
Panetes. La noticia del hallazgo llegó al Caballero Intendente Don Blas Ramírez
que inmediatamente mandó extraerlos del río y llevarlos a un lugar donde
pudieran ser custodiados al mismo tiempo que dispuso que el señor Fernández, de
gran reputación, los estudiara y registrara todo lo que viera en ellos.
Juan Antonio Fernández hizo su trabajo a conciencia, como era su costumbre,
y dejó un manuscrito (Aqüeducto
Cesaraugustano) (1) que constituye la única noticia que tenemos sobre estos
tubos de plomo. Posteriormente este manuscrito desapareció (como los mismos
tubos tal vez fundidos durante la Guerra de la Independencia) hasta que unos
investigadores(2) no hace muchos años lo encontraron en los fondos antiguos de
la Universidad de Oviedo y lo publicaron.
Pero ¿qué eran esos tubos de plomo de grandes dimensiones situados en el
fondo del río junto al Puente de Piedra? Por sus características y sobre todo
por las inscripciones que tenían en letras romanas, el hallazgo era uno de los
más importantes, arqueológicamente hablando, ya que podían resolver las dudas
planteadas sobre el abastecimiento de aguas a la antigua Caesaraugusta, aunque,
por otro lado, abrían nuevas incógnitas.
De la Zaragoza romana se sabe bastante poco, porque, situada la ciudad en
la depresión central del Ebro donde la piedra y los materiales de construcción
en general escasean, la ciudad se ha ido devorando a sí misma para poder seguir
existiendo. De esta manera los monumentos, las estatuas, ya fueran de piedra
caliza o de bronce, y todo aquello que fuera aprovechable se fundía o
trasladaba para construir otra cosa. Hay noticias, por ejemplo, de tubos de
plomo hallados que posteriormente se trocearon para su reutilización en usos
domésticos.
Pues bien, gracias al manuscrito de D. Juan Antonio Fernández muchos
estudiosos de la antigüedad se han planteado la idea de que en la ciudad pudiera
existir un puente-acueducto que trajera las aguas del río Gállego para su
consumo general.
Al construir la ciudad de Caesaraugusta de nueva planta, los ingenieros
romanos tuvieron que partir de dos premisas principales: de dónde iba a
proceder el agua que necesitaría la ciudad para todos sus diferentes usos y a
dónde la evacuarían. Hay un estudio bastante completo (3) sobre las cloacas de Caesaraugusta
en el que se analizan las encontradas por todo el solar de la ciudad, pero
desafortunadamente no se tienen noticias certeras de las canalizaciones que
pudieron traer el agua de abastecimiento. Los tubos encontrados en el Ebro no
resuelven estas incógnitas, sino que bien al contrario, abren numerosas
polémicas como ya apuntaba Don Juan Antonio Fernández en su manuscrito. ¿Cómo llegaron
al lugar en el que se hallaron, pues estaban en perfectas condiciones; cómo en
los distintos arreglos del puente a lo largo de los siglos no se encontraron?
Y, además, en el caso de que realmente pertenecieran a un sifón romano ¿dónde
estarían colocados: en el propio puente y luego se tiraron al río o
directamente en el lecho?
Hoy en día se empieza a dar por sentado que los romanos construyeron un
puente de piedra en la ciudad, como lo tuvo la colonia Celsa (Velilla) unos
cuantos kilómetros aguas abajo, pero tampoco sabemos qué fue de este puente, si
lo hubo, a menos que sea cierto que se desmontó en el siglo III de nuestra era
frente a las invasiones de francos y alamanos para reforzar las murallas de la
ciudad al mismo tiempo que cortar los accesos por el norte, cosa que no dio
muchos resultados.
Se ha querido ver también en las múltiples acequias, tanto de la margen
izquierda como de la derecha del río Ebro, las posibles canalizaciones que
traerían el agua a la ciudad ya desde la época ibérica, pero la arqueología no
proporciona pruebas concluyentes de que sea una u otra la que abasteció a
Caesaraugusta en un momento determinado. Tuvo que haberlas, por supuesto,
aunque es un tanto arriesgado hacer afirmaciones categóricas.
Los ríos que circundan Zaragoza no son en absoluto estables en sus cauces, ni
su caudal el mismo en la distintas épocas del año. Cuando se producen grandes
crecidas, las aguas conjuntas del Gállego y el Huerva en su desembocadura crean
un tapón que hace que el Ebro inunde sus riberas, creando grandes desastres. Esto
tenían que saberlo lo ingenieros romanos que trazaron el plano de la ciudad,
por lo cual es muy posible que buscaran otras
alternativas que hicieran llegar el agua a la población de una forma
segura y sin sobresaltos, pero hoy por hoy sigue siendo un misterio qué hacían
en el río unos tubos de plomo tan pesados y tan gruesos.
Estas son las distintas hipótesis:
·
Hipótesis nº 1: Puente-acueducto (según J.C.
Abadía en Algunos comentarios sobre el abastecimiento de agua a Caesaraugusta.
Institución Fernando el Católico, 1995. Cuadernos de Aragón nº 23 y A. Vázquez de
la cueva, I. González Tascón en Estudio técnico sobre la conducción de aguas
de Caesaraugusta) :
En el río Gállego existe el azud y Torre del Rabal de donde arranca la
acequia del Rabal. A unos tres km describe un brusco giro hacia Juslibol para
dirigirse después hacia el Puente de Piedra. La existencia de la Acequia del
Rabal probaría que el agua del Gállego alimentaba el sifón localizado en el
Ebro.
·
Hipótesis nº 2: Un sifón pudo ir sobre el lecho del río. Los depósitos estarían
cerca del río.
·
Hipótesis nº 3: Sifón improbable (según F.
Escudero, M.P. Galve en Las cloacas de
Caesaraugusta. Inst. Fernando el Católico. 2013)
La llegada de agua a la ciudad mediante un sifón parece muy improbable,
puesto que la orilla norte del río es mucho más baja que la opuesta y además
ofrecería una gran dificultad a la hora del mantenimiento de la conducción.
·
Hipótesis nº 4: Dirección opuesta. (según C. Blazquez en Zaragoza. Dos milenios de agua. Acualis, Taller de Estudios.
Zaragoza.)
El agua del sifón iba en dirección contraria a lo que se piensa, es decir, llevaría
el agua desde la ciudad a la margen izquierda para abastecer a las fincas que
hubiera en esa zona. Por otra parte, el enlosado original del puente estaría
más alto en origen creando un azud para derivar el agua a los molinos que
existieron a los pies del puente, enlosado que fue rebajado en 1795 a causa de
una crecida del río. Los tubos podrían haberse dejado al descubierto al quitar
este enlosado y por eso fueron encontrados.
La conclusión es, entonces, que hay diversos puntos de vista y que de
momento no se puede afirmar nada con rotundidad.
María José Germán
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(1) El acueducto romano de Caesaraugusta según el manuscrito
de Juan Antonio Ferández (1752-1814)
(2) A. Vázquez de la cueva, I. González Tascón: El abastecimiento de agua romano a
Caesaraugusta.
(3) F. Escudero, M.P. Galve: Las cloacas de Caesaraugusta. Inst. Fernando el Católico. 2013
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