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Las horchaterías de ayer: "el santuario de la frescura" en los veranos zaragozanos

FUERON MUY POPULARES DURANTE SIGLO Y MEDIO

Horchata con fartons
Hasta la década de los cuarenta del siglo XIX, la horchata1, bebida de muy antigua tradición en la zona de Valencia, era prácticamente desconocida en nuestra tierra, pero la llegada de horchateros valencianos a la ciudad, que abrieron establecimientos en los que se ofrecía esta bebida, supuso una gran novedad y la horchata se convirtió también aquí en una bebida muy popular.

En los días calurosos del verano, los zaragozanos de la más variada condición huyendo del sol se refugiaban en las horchaterías y en su gratificante penumbra saboreaban los frescos productos que ofrecían.

Mariano Gracia Albacar2 ese gran “cronista” de la Zaragoza de ayer, nos dejó abundantes y detalladas noticias de las horchaterías de su tiempo a las que describe como “el santuario de la frescura” en las que el aire estaba “perfumado de esencia de naranja y de limón”.

Por él sabemos que la primera horchatería instalada en Zaragoza abrió sus puertas en pleno centro de la ciudad entre 1840-1850 y que estaba regentada por un matrimonio procedente del municipio valenciano de Torrente:

“El señor Mariano Puig, casado con Victoria Bosca, alias la Marianeta, instaló su primer puesto de horchata en la calle Dormer, llamada casa de Español3, propiedad del marqués de Huarte y adquirió gran fama por sus exquisitos helados, horchatas y sorbetes.”

Fue un gran acontecimiento social, pues en la ciudad no existían lugares que ofreciesen este tipo de productos tan agradables y adecuados para las épocas de calor que además eran aptos para todo tipo de públicos y edades al no contener alcohol. En las horchaterías se servían las clásicas horchatas de chufas y de almendras, acompañadas de barquillos y bollos (fartons), también grandes sorbetes de naranja o limón y exquisitos helados, que dieron fama a la horchatería de la Marianeta.

Todas estas delicias se realizaban en la propia horchatería, a la vista del público, con productos de la huerta valenciana, siendo además el precio bastante asequible. Además se podían comprar para consumirlos en casa, toda una novedad en una ciudad en la que todavía eran muy patentes las consecuencias de la Guerra de la Independencia.

Con el paso del tiempo fueron llegando más horchateros procedentes de otras localidades valencianas, como Crevillente o Benimámet, y a finales del siglo XIX eran muchas y muy afamadas las horchaterías existentes en la ciudad, todas ellas en el “casco viejo”, el sector más antiguo de la ciudad que delimitaba el Coso.

Para instalar las horchaterías los valencianos preferían las plantas bajas de las antiguas casas-palacio, cuyos gruesos muros de piedra las aislaban del calor de las calles, manteniendo fresco el interior. Un calor veraniego que, en realidad no podemos comparar con el actual4 pues las temperaturas no subían mucho más allá de los 30º.

Huertanos valencianos
Mariano Gracia describe con primor las horchaterías de entonces, indica que estos establecimientos eran muy sencillos, pero bastante pintorescos, pues en los primeros tiempos tanto los dueños como sus ayudantes vestían sus tradicionales trajes valencianos, ofreciendo un buen contraste con los nuestros, especialmente los peinados de las mujeres muy adornados de agujas y pasadores, y el de los hombres que lucían pañuelos de seda y blancos zaragüelles.

Las horchaterías carecían de grandes letreros o anuncios en el exterior y sus puertas estaban cubiertas por toldos que daban paso a un interior fresco y limpio, de paredes muy blancas con un amplio zócalo de “una fina esterilla de juncos”. Las mesas de madera, también estaban pintadas de blanco y los asientos eran simples banquetas de anea. El mostrador se disponía a uno de los lados de la puerta y staba cubierto de brillante zinc, detrás de él, estaban las graendes garrapiñeras en las que se fabricaban los productos que se vendían.  Montones de chufas, naranjas, limones, canela y algunos dulces, proporcionaban al lugar un característico y perfumado aroma. Se completaba el lugar con los estantes donde se colocaban los altos vasos, las jarras y las poncheras.

Garrapiñera o heladera

Los helados y sorbetes se producían de forma manual en las garrapiñeras, utensilios de madera de gran tamaño con forma cubo en cuyo interior había un depósito más pequeño en el que se introducían los líquidos a helar y que estaba dispuesto de forma concéntrica al cubo.  En el espacio que quedaba entre las paredes de la garrapiñera y el depósito se depositaba el hielo picado y con una manivela se hacía girar el depósito continuamente hasta que el frío del hielo helaba su contenido. El continuo movimiento de vueltas y vueltas, impedía que se convirtiese en un bloque. De este modo se fabricaban los sorbetes, granizados y cremosos helados, utilizando el hielo que procedía de los números pozos de nieve existentes tanto en la ciudad como en los alrededores. 

Las horchaterías eran establecimientos temporales, cerraban sus puertas en invierno por no ser sus productos adecuados para esa estación, pero volvían a abrirlas con la llegada de la primavera, concretamente comenzaban la temporada el día de San José terminándola a mediados de octubre, después de las fiestas del Pilar.

Al principio, los horchateros se iban a sus lugares de procedencia a pasar el invierno, pero pronto todos ellos echaron raíces aquí y para completar sus ingresos, durante los inviernos se dedicaron a la fabricación de esteras, persianas de esparto, escobas, felpudos…, negocios que combinaban a la perfección con las horchaterías, y que perduraron hasta bien entrado el siglo XX.  Ejemplo de esto era la horchatería, esterería y almacén de persianas de Francisco Mas, que heredó los negocios de sus tíos, naturales de Crevillente, los cuales abrieron en 1852 su primera horchatería en Zaragoza. Esta horchatería estaba vigente en 1909, situada en el Coso, 25, frente al palacio de Sástago.

Pasaje de los Giles y horchatería

La última de estas típicas horchaterías, era descendiente directa de la anteriormente citada y con el nombre de “Casa Mas” u " Horchatería Miguel “que pervivió hasta los últimos años del siglo XX. Estaba emplazada en “El Tubo”, en el llamado pasaje de los Giles a su entrada por la calle Estébanes, y siguiendo con la tradición estaba instalada en la planta baja de lo que quedaba de un palacio renacentista, el de los Estébanes, que dieron nombre a la calle, y del que todavía se conservan las cuatro columnas de su patio y una galería de arcos del piso superior.

Desconocemos cuando abrió allí sus puertas esta horchatería pero debió de ser a comienzos del siglo XX, pues el pasaje de los Giles se realizó en 1898 y la tienda de Alfombras Miguel, que está situada junto a él y que combinaba su actividad con el negocio de las horchatas, está vigente en ese lugar desde 1902, según anuncio del propio comercio, por lo que es de suponer que su apertura fuese en ese año.

Tras cien años de existencia el pasaje se encontraba muy degradado y “Casa Mas” cerró para siempre sus puertas a finales de los años noventa, poniendo punto final a una “refrescante” tradición de siglo y medio.

Todavía mi hermana y yo pudimos saborear en ella alguna de sus ricas horchatas valencianas.

 

 

Rosa María Germán

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1.- Bebida refrescante azucarada que puede elaborarse con distintos productos originaria de Valencia. La   más popular es la de chufa, tubérculo de la planta con el mismo nombre (Cyperus esculentus).

2.- Mariano Gracia Albacar publicó sus Memorias en el Heraldo de Aragón entre 1905-1906, haciéndolo por entregas. En 2013 fueron publicadas por la Institución Fernando el Católico con el título  Memorias de un zaragozano (1850–1861).

 3.- Esa casa todavía existe hoy, es la llamada Casa Huarte o de los Azara, palacio renacentista que siglos después fue convertida en casa de vecinos.  Actualmente en este palacio se encuentra instalado el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza.

 

 


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