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Los neveros de Zaragoza

¿Sabías que ... Zaragoza tenía neveros para refrescar las bebidas?


En este verano, tan caluroso, ¿quién no ha tomado una bebida fría o un helado? Hoy en día es algo habitual, que está al alcance de todos en nuestro hogar o fuera de él, pero no hace tanto tiempo no era así,al menos no para cualquiera. Contrariamente a lo que pudiera parecer, el consumo de alimentos helados, granizados y bebidas frías es antiquísimo, tiene un origen incierto que se remonta a algún milenio a. C. en China o en Mesopotamia. (contiene vídeo)
Posteriormente llegó a Persia, luego a Grecia y de ahí a Roma que lo  extendió por el Imperio…, aunque sólo estaba al alcance de las clases altas, no para cualquiera.
El hielo era muy apreciado en los meses de verano para refrescar bebidas, pero también se utilizaba para conservar alimentos. Además se empleaba con fines terapéuticos como febrífugo y antiinflamatorio.
Pero ¿y el hielo? ¿de dónde lo sacaban?
Pues muy fácil, de los neveros, sencillamente guardando, en lugares adecuados, la nieve del invierno para utilizarla en verano o cuando fuera necesario.
Y… ¿cómo se conservaba tanto tiempo la nieve? ¿cómo eran los neveros?
Reconstrucción ideal de un nevero
Dibujo realizado por Rosa Germán
Pues tan sencillos como eficaces. Además de usar algunos lugares naturales, como oquedades o cuevas, para almacenar la nieve, se construían pozos para ese fin.
Estos pozos de nieve artificiales, los neveros, eran construcciones rústicas, normalmente hechas con piedras, que consistían en agujeros verticales excavados en el suelo, de unos 10 m de profundidad, y forma generalmente cilíndrica, aunque también los había de planta rectangular.
En el interior, las paredes estaban recubiertas con piedra o ladrillo.
Si el fondo no era permeable, se construía un falso suelo con maderas y ramas, algo inclinado hacia un desagüe para facilitar la evacuación de la nieve que se iba derritiendo mediante un canalillo y así evitar que se formara barro al contacto con la tierra. Algunos neveros tenían adosada a la pared una escalera que descendía hasta el fondo, aunque lo más común era usar escaleras portátiles de madera.
El exterior, muy simple, se correspondía con la forma del pozo (circular o rectangular) y sólo había una o dos aberturas por donde entrar y realizar los trabajos.
De una u otra forma estaban cubiertos para protegerlos de las inclemencias del tiempo y del calor y para impedir la entrada de cualquier cosa que ensuciara la nieve. Las cubiertas eran de tejas o de piedra, en cuyo caso, cerraban el pozo con falsas bóvedas por aproximación de hiladas, como en el nevero que se conserva en Fuendetodos1 (Zaragoza).
Estos pozos, lógicamente, se situaban en las zonas en las que más nieve se acumulaba, pero siempre teniendo en cuenta que no estuvieran demasiado alejados de los lugares de consumo.
Desconocemos la forma que tenían los neveros de nuestra ciudad, es de suponer que seguirían la estructura típica utilizada para conservar la nieve, pero en el exterior parece lógico que los situados en pleno casco urbano no tuvieran el “torreón” característico y simplemente se cubrieran a ras de suelo con maderas o algún otro material. 
En este verano, tan caluroso, ¿quién no ha tomado una bebida fría o un helado? Hoy en día es algo habitual, que está al alcance de todos en nuestro hogar o fuera de él, pero no hace tanto tiempo no era así, al menos no para cualquiera.



Con la llegada de los meses fríos comenzaban los trabajos de recogida de la nieve que era la propia del lugar o la traída de las sierras cercanas en caballerías y burros. La labor se realizaba de noche para evitar el fundido de la nieve durante el transporte.  Llegados al pozo, la nieve se echaba desde arriba y se compacta pisándola y golpeándola con mazas para convertirla en hielo; así se reducía su volumen y le costaba más derretirse. Una vez hecha la primera tanda de nieve compactada se echaba sobre ella una capa de paja para separarla de la tanda siguiente y, capa a capa, se llenaba el nevero. La paja, además de un buen aislante, facilitaba su posterior extracción al impedir que se formase un enorme bloque de hielo difícil de romper. Una vez llenos los neveros se cerraban los accesos exteriores hasta que llegaba la época de la venta del hielo.
Al comenzar los meses cálidos se procedía al desempoce, es decir a destapar el pozo, trocear el hielo y sacarlo al exterior, trabajo que se realizaba mediante una polea que se colgaba de una argolla situada junto a la puerta de entrada.
Los bloques de hielo se llevaban de noche a los lugares de consumo, en los que se depositaba en las neverías, pozos ciudadanos o en puntos de venta directa.
Conocemos la existencia de neveros en la antigua Roma, anteriores al 200 a.C., donde sabemos que el uso del hielo estuvo muy extendido. Después, en la Alta Edad Media la utilización de los neveros decayó en Europa (no en Al Andalus), pero comenzó a crecer a partir del s. XIV y al llegar el s. XVI alcanzó un gran desarrollo, que se prolongó hasta finales del s. XIX y comienzos del s. XX, cuando aparecieron las fábricas de hielo que los hizo innecesarios.
Sin duda, la Pequeña Edad del Hielo (1300-1850) con sus gélidos inviernos, abundantes nieves y frescos y cortos veranos, favoreció ampliamente el uso del hielo y por tanto la construcción de neveros, que se prodigaron a lo largo y ancho de nuestro país.
El comercio de la nieve aportaba pingües beneficios a quienes lo explotaban, por lo que no estaba en manos de cualquiera, estando además regulado.
Zaragoza no fue ajena a todo esto, la ciudad consumía mucho hielo y tuvo neveros no sólo en sus alrededores sino también en su propio solar, neveros o neverías que siguieron utilizándose hasta comienzos del s. XX. 
Mariano Gracia Albacar2 cita algunos de ellos que estaban en plena actividad a mitad del s. XIX, señalando que “abundaban extraordinariamente en Zaragoza” indicando además su ubicación. 


Localización realizada por Rosa Germán

SITUACIÓN DE LOS NEVEROS O POZOS DE NIEVE EN ZARAGOZA (Según relata M. Gracia)

Plaza de las Eras de San Agustín:

Había dos pozos de hielo que antaño fueron de este convento y después del “zuquero señor Lafita”, uno de ellos muy grande, que seguramente era “ el de mayores dimensiones de todos los que había dentro y fuera de la población” 

Solar del Seminario de San Carlos:
Esquina al Coso, muy grande y situado “ casi en medio del Coso, que despareció cuando se hizo parte del derribo del grandioso edificio anejo al templo de San Carlos”.
Calle D. Jaime I esquina con el Coso:
“Donde se hallaba el café de Gimeno”
San Lázaro:
En el solar del antiguo convento, a orillas del Ebro en su margen izquierda, cerca del Puente de Piedra, era “propiedad de Tomé”
Jesús:
En el solar del antiguo convento, en la margen izquierda del Ebro, era “propiedad de don Jacinto Corralé, afamado médico cirujano”
Calle Zurita:
Entonces zona sin urbanizar, era propiedad de “don Joaquín Mayral, dueño del café de las Delicias”
Paseo Damas y camino de las Torres:
“Construido por  de Ramón Mas en su huerta”.
Camino de Casablanca:
Estaba en una finca “de la casa de Jimeno, hoy propiedad de don Jorge Jordana”. 
Carretera de Madrid:
“el más importante de todos, por su capacidad y balsas ad hoc, para formarse el hielo en las invernadas el de la carretera de Madrid, junto al puente sobre el Canal Imperial, hecho por don Vicente Burguete y  don Joaquín Mayral”
Cartuja Alta y Cartuja Baja:
Ambas tenían neveros y estaban situadas a varios kilómetros de la ciudad.

Recoge y cuenta también Gracia Albacar la abundancia de horchaterías existentes en la Zaragoza del s. XIX, principales consumidores del hielo en verano. Eran éstas establecimientos generalmente muy sencillos regentados por valencianos que, vestidos con sus trajes típicos, fabricaban a la vista del público horchata y helados que los zaragozanos, sentados en rústicas mesas de madera, consumían con placer en los días calurosos. 
También había horchateros que recorrían la ciudad cargando su garrapiñera3 a la espalda, vasos y un cazo apuntado, ofreciendo a grandes voces a los transeúntes helado, horchata, limonada o escorzonera3. Había otros que vendían sólo agua helada, éstos recibían el nombre de agualojeros.
La proliferación de los cafés en Zaragoza en la segunda mitad del s. XIX aumentó considerablemente la demanda del hielo, por lo que si el invierno había sido benigno, con nieves escasas, la recogida en los neveros de la ciudad era insuficiente para suministrar el hielo demandado en verano; entonces se traía de los neveros de los neveros próximos a la ciudad, como La Muela, Fuendetodos, Mediana, Azuara… a veces del Moncayo, e incluso, en circunstancias extremas, del mismísimo Pirineo.
Según relata Gracia Albacar, esto ocurrió cuando fue inaugurado el gran café Ambos Mundos el 2 de octubre de 1881. En esas fechas la nieve de la ciudad y alrededores ya se había agotado y el novedoso café y la proximidad de las fiestas del Pilar hacían prever un alto consumo de helados y bebidas frías, por lo que no les quedó otro remedio que traerla del Pirineo.  Según cuenta este autor, desde Coll de Ladrones5 la bajaron en caballerías hasta la carretera y desde ahí en carretas la transportaron hasta el paseo de Independencia en Zaragoza, ¡Toda una hazaña!
La llegada de la industria puso fin a estos todos estos usos y costumbres, la primera fábrica de hielo de Zaragoza “ fue instalada por don Narciso Archanco en 1878”, a partir de esa fecha, poco a poco, se fue abandonando el milenario comercio de la nieve.


¡ Los tiempos habían cambiado!


Rosa M. Germán
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1.-  Situado en el municipio de Fuendetodos (Zaragoza),  fue construido en el s. XVII y es el único que permanece entero. Fue rehabilitado hace unos años y en la actualidad se puede visitar y cuenta con paneles informativos. Se le denomina popularmente como “Culroya”
2.- Mariano Gracia Albacar (1847-1909) es el autor de Memorias de un zaragozano, obra que recoge sus artículos publicados en Heraldo de Aragón entre los años 1905 y 1907. Es una gran fuente para conocer la vida cotidiana de la Zaragoza de la segunda mitad del s. XIX.
3.-  Utensilio utilizado para fabricar helados. Los vendedores callejeros transportaban en ellos los helados y bebidas frías.
4.-  La escorzonera, también conocida como salsifí, era una popular bebida refrescante fabricada con la planta Scorzonera hispanica, de la familia de las asteráceas, nativa del centro y sur de Europa. Se sirvió en algunos cafés o cervecerías hasta mediados del s. XX, nuestro padre nos hablaba de ella.
5.-  El fuerte de Coll de Ladrones está situado en una zona escarpada del valle de Canfranc en los Pirineos Centrales ( Huesca), lugar fronterizo entre España  Francia, comunicadas a través del puerto de montaña del Somport.



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