¿Sabías que ... Zaragoza tenía neveros para refrescar las bebidas?

El hielo era muy
apreciado en los meses de verano para refrescar bebidas, pero también se utilizaba
para conservar alimentos. Además se empleaba con fines terapéuticos como febrífugo
y antiinflamatorio.
Pero ¿y el hielo? ¿de
dónde lo sacaban?
Pues muy fácil, de los
neveros, sencillamente guardando, en lugares adecuados, la nieve del invierno
para utilizarla en verano o cuando fuera necesario.
Y… ¿cómo se
conservaba tanto tiempo la nieve? ¿cómo eran los neveros?
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Reconstrucción ideal de un nevero
Dibujo realizado por Rosa Germán
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Pues tan sencillos como
eficaces. Además de usar algunos lugares naturales, como oquedades o cuevas,
para almacenar la nieve, se construían pozos para ese fin.
Estos pozos de
nieve artificiales, los neveros, eran
construcciones rústicas, normalmente hechas con piedras, que consistían en agujeros
verticales excavados en el suelo, de unos 10 m de profundidad, y forma generalmente
cilíndrica, aunque también los había de planta rectangular.
En el interior, las
paredes estaban recubiertas con piedra o ladrillo.
Si el fondo no era
permeable, se construía un falso suelo con maderas y ramas, algo inclinado
hacia un desagüe para facilitar la evacuación de la nieve que se iba
derritiendo mediante un canalillo y así evitar que se formara barro al contacto
con la tierra. Algunos neveros tenían adosada a la pared una escalera que
descendía hasta el fondo, aunque lo más común era usar escaleras portátiles de
madera.
El exterior, muy
simple, se correspondía con la forma del pozo (circular o rectangular) y sólo había
una o dos aberturas por donde entrar y realizar los trabajos.
De una u otra forma
estaban cubiertos para protegerlos de las inclemencias del tiempo y del calor y
para impedir la entrada de cualquier cosa que ensuciara la nieve. Las cubiertas
eran de tejas o de piedra, en cuyo caso, cerraban el pozo con falsas bóvedas
por aproximación de hiladas, como en el nevero que se conserva en Fuendetodos1 (Zaragoza).
Estos pozos,
lógicamente, se situaban en las zonas en las que más nieve se acumulaba, pero siempre
teniendo en cuenta que no estuvieran demasiado alejados de los lugares de
consumo.
Desconocemos la
forma que tenían los neveros de nuestra ciudad, es de suponer que seguirían la
estructura típica utilizada para conservar la nieve, pero en el exterior parece
lógico que los situados en pleno casco urbano no tuvieran el “torreón”
característico y simplemente se cubrieran a ras de suelo con maderas o algún
otro material.
En este verano, tan
caluroso, ¿quién no ha tomado una bebida fría o un helado? Hoy en día es algo
habitual, que está al alcance de todos en nuestro hogar o fuera de él, pero no
hace tanto tiempo no era así, al menos no para cualquiera.
Con la llegada de los meses fríos comenzaban los trabajos de recogida de la nieve que era la propia del lugar o la traída de las sierras cercanas en caballerías y burros. La labor se realizaba de noche para evitar el fundido de la nieve durante el transporte. Llegados al pozo, la nieve se echaba desde arriba y se compacta pisándola y golpeándola con mazas para convertirla en hielo; así se reducía su volumen y le costaba más derretirse. Una vez hecha la primera tanda de nieve compactada se echaba sobre ella una capa de paja para separarla de la tanda siguiente y, capa a capa, se llenaba el nevero. La paja, además de un buen aislante, facilitaba su posterior extracción al impedir que se formase un enorme bloque de hielo difícil de romper. Una vez llenos los neveros se cerraban los accesos exteriores hasta que llegaba la época de la venta del hielo.
Al comenzar los
meses cálidos se procedía al desempoce,
es decir a destapar el pozo, trocear el hielo y sacarlo al exterior, trabajo
que se realizaba mediante una polea que se colgaba de una argolla situada junto
a la puerta de entrada.
Los bloques de
hielo se llevaban de noche a los lugares de consumo, en los que se depositaba
en las neverías, pozos ciudadanos o en puntos de venta directa.
Conocemos la
existencia de neveros en la antigua Roma,
anteriores al 200 a.C., donde sabemos que el uso del hielo estuvo muy
extendido. Después, en la Alta Edad Media la utilización de los neveros decayó
en Europa (no en Al Andalus), pero comenzó a crecer a partir del s. XIV y al
llegar el s. XVI alcanzó un gran desarrollo, que se prolongó hasta finales del
s. XIX y comienzos del s. XX, cuando aparecieron las fábricas de hielo que los
hizo innecesarios.
Sin duda, la Pequeña Edad del Hielo (1300-1850) con
sus gélidos inviernos, abundantes nieves y frescos y cortos veranos, favoreció
ampliamente el uso del hielo y por tanto la construcción de neveros, que se
prodigaron a lo largo y ancho de nuestro país.
El comercio de la
nieve aportaba pingües beneficios a quienes lo explotaban, por lo que no estaba
en manos de cualquiera, estando además regulado.
Zaragoza no fue ajena a todo
esto, la ciudad consumía mucho hielo y tuvo neveros no sólo en sus alrededores
sino también en su propio solar, neveros o neverías
que siguieron utilizándose hasta comienzos del s. XX.
Mariano Gracia Albacar2 cita algunos de ellos que estaban en plena actividad a mitad del s.
XIX, señalando que “abundaban
extraordinariamente en Zaragoza” indicando además su ubicación.
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Localización realizada por Rosa Germán |
Plaza de las Eras
de San Agustín:
Había dos pozos de hielo que antaño fueron de este convento y después del “zuquero señor Lafita”, uno de ellos muy grande, que seguramente era “ el de mayores dimensiones de todos los que había dentro y fuera de la población”
Solar del Seminario de San Carlos:
Esquina al Coso,
muy grande y situado “ casi en medio del
Coso, que despareció cuando se hizo parte del derribo del grandioso edificio
anejo al templo de San Carlos”.
Calle D. Jaime I esquina con el Coso:
“Donde se hallaba el café de Gimeno”
San Lázaro:
En el solar del
antiguo convento, a orillas del Ebro en su margen izquierda, cerca del Puente
de Piedra, era “propiedad de Tomé”
Jesús:
En el solar del
antiguo convento, en la margen izquierda del Ebro, era “propiedad de don Jacinto Corralé, afamado médico cirujano”
Calle Zurita:
Entonces zona sin
urbanizar, era propiedad de “don Joaquín
Mayral, dueño del café de las Delicias”
Paseo Damas y camino de las Torres:
“Construido por de
Ramón Mas en su huerta”.
Camino de Casablanca:
Estaba en una finca
“de la casa de Jimeno, hoy propiedad de
don Jorge Jordana”.
Carretera de Madrid:
“el más importante de todos, por su capacidad y balsas ad
hoc, para formarse el hielo en las invernadas el de la carretera de Madrid, junto
al puente sobre el Canal Imperial, hecho por don Vicente Burguete y don Joaquín Mayral”Cartuja Alta y Cartuja Baja:
Ambas tenían neveros y estaban situadas a varios kilómetros de la ciudad.
Recoge y cuenta también Gracia Albacar la abundancia de horchaterías existentes en la Zaragoza del s. XIX, principales consumidores del hielo en verano. Eran éstas establecimientos generalmente muy sencillos regentados por valencianos que, vestidos con sus trajes típicos, fabricaban a la vista del público horchata y helados que los zaragozanos, sentados en rústicas mesas de madera, consumían con placer en los días calurosos.
También había horchateros que recorrían la ciudad cargando su garrapiñera3 a la espalda, vasos y un cazo apuntado, ofreciendo a grandes voces a los transeúntes helado, horchata, limonada o escorzonera3. Había otros que vendían sólo agua helada, éstos recibían el nombre de agualojeros.
La proliferación de los cafés en Zaragoza en la segunda mitad del s. XIX aumentó considerablemente la demanda del hielo, por lo que si el invierno había sido benigno, con nieves escasas, la recogida en los neveros de la ciudad era insuficiente para suministrar el hielo demandado en verano; entonces se traía de los neveros de los neveros próximos a la ciudad, como La Muela, Fuendetodos, Mediana, Azuara… a veces del Moncayo, e incluso, en circunstancias extremas, del mismísimo Pirineo.
Según relata Gracia Albacar, esto ocurrió cuando fue inaugurado el gran café Ambos Mundos el 2 de octubre de 1881. En esas fechas la nieve de la ciudad y alrededores ya se había agotado y el novedoso café y la proximidad de las fiestas del Pilar hacían prever un alto consumo de helados y bebidas frías, por lo que no les quedó otro remedio que traerla del Pirineo. Según cuenta este autor, desde Coll de Ladrones5 la bajaron en caballerías hasta la carretera y desde ahí en carretas la transportaron hasta el paseo de Independencia en Zaragoza, ¡Toda una hazaña!
La llegada de la industria puso fin a estos todos estos usos y costumbres, la primera fábrica de hielo de Zaragoza “ fue instalada por don Narciso Archanco en 1878”, a partir de esa fecha, poco a poco, se fue abandonando el milenario comercio de la nieve.
¡ Los tiempos
habían cambiado!
Rosa M. Germán
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1.- Situado en el municipio de Fuendetodos (Zaragoza),
fue construido en el s. XVII y es el
único que permanece entero. Fue rehabilitado hace unos años y en la actualidad
se puede visitar y cuenta con paneles informativos. Se le denomina popularmente
como “Culroya”
2.- Mariano Gracia Albacar
(1847-1909) es el autor de Memorias de un
zaragozano, obra que recoge sus artículos publicados en Heraldo de Aragón entre los años 1905 y
1907. Es una gran fuente para conocer la vida cotidiana de la Zaragoza de la
segunda mitad del s. XIX.
3.- Utensilio utilizado para
fabricar helados. Los vendedores callejeros transportaban en ellos los helados
y bebidas frías.
4.- La escorzonera, también conocida como salsifí,
era una popular bebida refrescante fabricada con la planta Scorzonera hispanica, de la familia de las asteráceas, nativa del
centro y sur de Europa. Se sirvió en algunos cafés o cervecerías hasta mediados
del s. XX, nuestro padre nos hablaba de ella.
5.- El fuerte de Coll de Ladrones está situado en una zona escarpada del
valle de Canfranc en los Pirineos Centrales ( Huesca), lugar fronterizo entre
España Francia, comunicadas a través del
puerto de montaña del Somport.
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