¿Sabías que.. se vendía leche de burra en Zaragoza a cuatro reales el cuartillo?
¡Quién podría creer que se vendiera en Zaragoza leche de
burra recién ordeñada! Si consultamos la “Guía
de Zaragoza ó sea breve noticia de las antigüedades, establecimientos públicos, oficinas y edificios que contiene” de 1860 encontramos la curiosa noticia de que
“esta industria se ha desarrollado
ostensiblemente en esta ciudad, en el espacio de muy pocos años”.
La guía nos da cuenta también de la proliferación de los establecimientos
donde se dispensaba esta leche como remedio medicinal, hasta el punto de “que casi puede decirse que hay uno en cada
calle”. Pero, tal vez, lo que más sorprende es que también se sirviera a
domicilio llevando a los animales hasta la puerta de la casa del enfermo y se
ordeñaran en presencia del comprador (la leche se estropea con facilidad).
En esta época la leche de burra se generalizó en muchas
ciudades de España como remedio medicinal para varias dolencias como
tuberculosis, tos ferina, sarampión, anemia, raquitismo, embriaguez, otitis y
hasta para quitar la tartamudez. Era común que las farmacias dispensaran la
leche de burra en sus establecimientos o bien llevándola al domicilio del
enfermo que lo solicitara. Esta práctica se puede seguir a través de los
anuncios de los periódicos, donde se ve el precio por cuartillo y la rebaja
incluida en el abono para clientes
habituales. En Madrid, por ejemplo, se decía que no era necesario el reloj
porque el paso de la burras marcaba la hora. Efectivamente, la leche no se
distribuía arbitrariamente, sino a primeras horas de la mañana o a últimas de
la tarde con el fin de tomar un vaso en ayunas o antes de dormir.
Pero ¿por qué es bueno el consumo de leche de burra frente
a otras leches?
Parece ser que en su composición existen algunos anticuerpos
que refuerzan el sistema inmunológico de las personas debilitadas y que además
presenta grandes cantidades de vitamina C, B12, A, E, y hierro entre otros.
También la hace ideal para ancianos y niños por su semejanza con la leche de
mujer, aunque la de burra es más rica en calcio y fósforo y tiene menos grasa. Así
quedó demostrado con la experiencia del Dr. Joseph
Marie Jules Parrot, pediatra francés, que a principios del
siglo XIX en París, propuso amamantar a los niños sifilíticos abandonados en
los hospicios directamente de la ubre de la burra, pues las nodrizas podrían
contraer la enfermedad al estar en contacto directo con los niños (la
enfermera, sentada, ponía al niño en sus rodillas y, sujetándole la cabeza, lo
acercaba al animal para que mamara).La supervivencia de estas pobres criaturas
fue mayor que la de los alimentados por otros medios.
Las
bondades de la leche de burra no son algo novedoso, se conocen desde la más
remota antigüedad. Se pueden encontrar ejemplos en la “Historia Natural” de
Plinio que la recomienda para las arrugas de la cara, las úlceras de estómago,
etc. y en Plutarco y Apiano que nos hablan del uso cosmético de la leche de
burra que hacía Cleopatra.
Pero no fue la única, ya que también se decía que
Popea, la esposa de Nerón, la había puesto de moda entre las damas de Roma y
mucho más tarde, la hermana de Napoleón, Pauline Bonaparte, también la
introdujo en las costumbres de la aristocracia francesa.
Así pues, con altos y bajos, el uso de la leche de burra
llegó hasta los años setenta del siglo XX, cuando cayó en desuso, supongo que
por razones sanitarias. No obstante, me
ha sorprendido encontrar muchos anuncios en internet recuperando la leche de
burra en cosméticos, jabones, cremas e incluso en polvo para uso alimentario,
de esta manera se conserva también esta especie que tanto ha colaborado en la
evolución humana.
María José Germán
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