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Retrato de Jerónimo Borao como diablo en la iglesia de S. Miguel |
¿Sabías que...los movimientos liberales jugaron un papel tan importante que la ciudad fue clave a lo largo del siglo XIX?
Durante el
siglo XIX se dan en Europa toda clase de cambios de tipo social y económico. Es
un tiempo en el que se producirán dos revoluciones industriales, una serie de
revoluciones burguesas, movimientos obreros, migraciones masivas de gentes que
abandonan el campo para ir a trabajar a la ciudad, adelantos científicos,
guerras, desastres, etc.
La vida de las personas cambia radicalmente en pocos
años y las ciudades se llenan de gentes que terminan viviendo hacinadas en
barrios con las peores condiciones. Debido a
todos estos cambios las monarquías absolutas llegan a su final para dar paso a
ideas más liberales, aunque se multiplican los conflictos entre aquellos que
quieren mantener el régimen anterior y los que defienden las nuevas ideas.
Entre estos últimos también se producen enfrentamientos, pues unos son más
radicales que otros.
¿Pero, qué
ocurre en España? En nuestro país, ya a mediados del siglo anterior, Carlos III
y sus ministros habían intentado aplicar una serie de reformas sociales acordes
con el pensamiento ilustrado de la época, aunque no se habían podido llevar a
cabo debido a la oposición de los estamentos superiores. España necesitaba un
cambio radical en sus estructuras que no se llegó a producir, aunque a partir
de la Revolución francesa comenzaron a tambalearse los cimientos de la sociedad
y a surgir los conflictos entre absolutistas, partidarios de la monarquía
tradicional, y liberales, principalmente burgueses que quieren participar de la
política y promover cambios en las viejas estructuras.
Por otra
parte, mientras otros países europeos se estaban industrializando España había
cambiado muy poco con respecto a periodos anteriores. La agricultura, que era
la base del país, apenas había tenido desarrollo desde hacía siglos por lo que
se siguen produciendo periodos de malas cosechas, hambrunas y epidemias que obligan a la gente a
desplazarse a las ciudades.
En ninguna
región, a excepción de Cataluña, pudo plantearse una reforma agraria debido en
unos casos a la enorme parcelación de la tierra (Galicia); en otros (Castilla)
a la extensión de la ganadería o a los latifundios en manos de nobles y
clérigos que no tenían mayor interés en hacer reformas. Este planteamiento hizo
imposible que la industria avanzara, pues tampoco existían buenas vías de
comunicación que favorecieran el comercio.
En las
ciudades, sin embargo, si bien existe una oligarquía que vive de las rentas de
sus tierras y que tiene el poder también
existen aquellos que tienen profesiones liberales, comerciantes, artesanos,
etc. y funcionarios que agitan con sus ideas reformadoras, más o menos
radicales, a la población a través de las Sociedades Económicas, la prensa y
las universidades. Estas personas intentan difundir las nuevas corrientes de
pensamiento y las nuevas técnicas, corrientes destinadas al fracaso debido al
analfabetismo de la gente y la oposición de los clérigos y los nobles que temían
perder sus privilegios. Así es como mientras Europa renacía, España volvía al
absolutismo. En este ambiente nació y vivió Jerónimo Borao y Clemente.
Cuando nació
Jerónimo Borao, un 11 de agosto de 1821, la situación de Zaragoza era
estremecedora, pues habían pasado sólo unos pocos años de la terrible guerra
que había devastado la ciudad (su padre fue uno de los defensores destacados).
En ese momento España vivía bajo “el trienio liberal” (1820-1823) durante el
cual se restableció la Constitución, aunque como sabemos duró muy poco, porque
el rey Fernando VII instauró de nuevo el absolutismo con la intervención de los
Cien Mil Hijos de San Luis. Zaragoza, después de haber mermado su población en
la guerra, comenzó a crecer de nuevo con las gentes que huían del campo, pero
siguió dentro de los límites que marcaban sus murallas. Los dueños de los
caserones, que ya no vivían en ellos, alquilaban los espacios como vivienda o
almacenes, las casas subían en altura y las calles se hacían cada vez más
estrechas (no hay que olvidar que la ciudad tenía un cinturón de conventos y
monasterios con sus tierras y sus huertos que hacía imposible su urbanización).
Se dice que en esta época la ciudad era fea, descuidada y propensa a las
epidemias (las hubo).
La muerte del
rey Fernando VII en 1833 no mejoró la situación. España entró esta vez en una
guerra civil en la que Zaragoza tuvo su protagonismo ese “5 de marzo” que
todavía festejamos y que Jerónimo Borao vio con sus propios ojos. Tal vez por
este y otros acontecimientos el joven Jerónimo comenzó a escribir sus primeros
poemas.
Pero Zaragoza
iba transformándose a pesar de todo, ya no era aquella de la Guerra de la
Independencia. A diferencia de las zonas
rurales, en la ciudad se había concentrado una burguesía urbana consciente de
que estaban llegando nuevos tiempos. Nuevos inventos, nuevos progresos
aceleraban los cambios y estos burgueses querían cambios políticos, pero
también, y esto es importante, cambios sociales, económicos y culturales. Así surgió, por ejemplo, la revista La Aurora
(1839) del Liceo Artístico y Literario donde Borao fue fundador y colaborador.
En esta revista participaban jóvenes de distintas especialidades, no sólo
poetas o dramaturgos, con el propósito de llevar la cultura más allá de sus
círculos. No vamos a decir que esta burguesía incipiente de las ciudades no
tuviera intereses particulares que le impulsaran a promover los cambios
sociales, pero sí que había, al menos en algunos, un afán “romántico” de crecer
a imitación de Europa y dejar atrás el Antiguo Régimen. En Zaragoza hubo
personas muy comprometidas con este cambio y Jerónimo Borao fue a lo largo de
su vida uno de los que más destacaron por su labor literaria, como rector de
universidad y también como político, ya que participó en levantamientos, estuvo
encarcelado y desterrado e incluso fue diputado (en 1847 Borao ocupó la cátedra
de Literatura General y Española en la Universidad de Zaragoza).
Zaragoza
destacó a lo largo del siglo XIX como ciudad clave en los movimientos
liberales, tal vez por su localización geográfica y por sus circunstancias como
capital de la región. En 1854 Espartero llegó a Zaragoza y se reunió con Bruil,
Lasala, etc. para tomar la Aljafería.
Esta fue la famosa Revolución
de 1854 que
dio lugar al Bienio Progresista con la convocatoria de nuevas cortes. Se creó
una Junta de Gobierno de trece miembros, entre los cuales estaban Bruil,
Marraco, Lasala, etc. y Jerónimo Borao como secretario. Borao fue nombrado
después rector de la Universidad de Zaragoza, académico de la Real Academia de
S. Luis y diputado.
Poco a poco,
con una nueva estructura del poder local y las desamortizaciones se creó la
posibilidad de urbanizar la ciudad hacia el sur con la Plaza de la Constitución
(plaza de España) y el Salón de Santa Engracia (Paseo de la Independencia). Se
comenzó también a invertir dinero en industria (telares de Bruil, Marraco, etc.
en la Cartuja de Aula Dei).
La ciudad
seguía su progreso elevando en 1857 el monumento a Pignatelli en la actual
plaza de Aragón. Pocos años más tarde llegaría el ferrocarril a Zaragoza. La
primera locomotora entró en la estación del Arrabal procedente de Barcelona el
1 de agosto de 1861, posteriormente la línea se conectó con Madrid. Es en estos años de auge cuando Jerónimo
Borao presenta la primera edición de su Diccionario de voces aragonesas donde
recoge voces del campo, la agricultura y la vida aragonesa en general.
Pero Zaragoza
nuevamente se convulsiona, mientras Borao era el vicepresidente de la
Exposición Aragonesa situada en la actual plaza de Aragón, debido a la
Revolución de Septiembre de 1868. La Exposición hubo de ser cerrada y no será
hasta 1871, ante Amadeo de Saboya, cuando se entreguen los premios, situación
que aprovechó Jerónimo Borao como rector de la Universidad para pronunciar un
discurso a favor de la monarquía liberal y de la cultura que en distintas
épocas había llegado a España desde Italia, ya que el alcalde de la ciudad,
José Mariné, de ideas republicanas, había recibido al rey con mucha frialdad.
Después del
golpe militar de 1874 en que Alfonso XII es proclamado rey, Borao continuó su
labor literaria y como rector de la Universidad, pero sus biógrafos cuentan que
ya había en él un decaimiento, tal vez producido por un desencanto. Murió en
noviembre de 1878 a los 57 años. Después de leer su biografía parece increíble
que muriera tan pronto, porque dejó una obra extensa en muchos campos. Para
Zaragoza Jerónimo Borao fue una figura a tener en cuenta más allá de las ideas
políticas, pues trabajó incansablemente en distintos ámbitos y promovió muchas
reformas.
En cuanto a
la ciudad de Zaragoza se van produciendo cambios políticos y sociales en los
que la cultura republicana se va afianzando, presagiando así los problemas que
se darán en el siglo XX. Las clases trabajadoras comienzan a organizarse y a
reunirse dando lugar a las primeras asociaciones políticas que hoy conocemos y
el urbanismo de la antigua ciudad cambia a costa de la demolición de palacios e
iglesias mudéjares antes que promover una expansión regulada fuera de los
muros, pues esto último favorecería una bajada de los precios de los solares en
el casco de la ciudad y también perjudicaría los negocios de la burguesía.
Calle Alfonso
I, Zaragoza(en la actualidad)
(1) Para ampliar conocimientos sobre la
biografía de Jerónimo Borao ver la obra de José Eugenio Borao Mateo: Jerónimo
Borao y Clemente (1821-1878) Escritor romántico, catedrático y político
aragonés. Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2014.
María José Germán
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